Carnicería Sanzot – Sólo no puedes, con amigos sí

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Los músicos, al igual que el resto de seres humanos, podemos ser de muy diferente condición, pero mentiría con riesgo de abrasarme en las calderas del mismísimo infierno si no reconozco que la mayoría somos un puñado de cretinos presuntuosos y egocéntricos.

Estos egos no han de llevar implícitamente connotación negativa, si como toda persona, evolucionan favorablemente en el tiempo. Los músicos, al igual que el resto de seres humanos (y con ello no quisiera separar a los músicos del resto de personas, aunque está claro que son especiales y de otra pasta distinta) sostienen muy diferentes circunstancias a lo largo de su vida, y está bien que así sea.

Estoy convencido que incluso el vanidoso McCartney se sonroja hoy al escuchar aquellos primeros discos en solitario tras su ruptura con los Fab Four, en especial aquel McCartney (1970) en el que grabó todos y cada uno de los instrumentos, como para mostrarle al resto del mundo que prácticamente él era el que lo hacía todo en The Beatles.

De igual forma que pongo la mano en el fuego al asegurar que Yoko Ono sigue pensando que las canciones que más molan del Double Fantasy (1980) son las que ella canta (el Diablo la confunda).

Sé que esto está fuera de lugar, pero les aseguro que si el menda gozara del privilegio que supone viajar en el tiempo como el bueno de Doc Brown en Back To The Future, se las hubiera ingeniado para que el Doble Fantasy del inigualable John Lennon se llamara Lone Fantasy, ustedes ya me entienden.

Para purgar pena y no pretender quedar como un angelito voy a ir dejando las cosas bien claritas. Yo mismo entono el mea culpa públicamente, y reconozco pecados de vanidad, que casi siempre van unidos a la palabra juventud, y si no se lo creen escuchen la primera maqueta de Violent Popes, aquella de 1996 grabada en los estudios JAMMIN de Mérida por los hermanos César y Markos Bayón.

Creo que durante aquellas diez entrañables canciones, batí el récord mundial de figuras bombo-charly-caja y redobles eternos, algunos de ellos enmarcados en tempo y compases que ni siquiera existen. Uno escucha ahora cortes como “fucking”, “blind moon”, “out” o “empty man” y le da la sensación que el batería, o sea, quien suscribe, está tratando constantemente de llamar la atención en cada parte del tema, algo que ni se me pasaría por la cabeza en la actualidad. No es apropiado restar protagonismo a un solo de guitarra, o de bajo, o incluso a una parte instrumental o vocal relevante ejerciendo redobles o figuras que poco aportan al tema en cuestión. Es este, por cierto, un tema apasionante, el de las funciones y habilidades que debe ostentar un buen batería, que ya retomaremos en alguna ocasión.

Observo, no sin cierta satisfacción, que muchos de mis colegas y compañeros de aventuras también maduran y evolucionan. A mis íntimos compañeros de Left Brothers, Óscar Vadillo (ahora en la banda valenciana Ambrós Chapel y Adolfo Campini (The Wish, Superbolido, Rui Díaz y la Banda Imposible) se les aprecia actualmente una calidad, experiencia y saber estar en directo y en grabaciones que solo puede ser resultado de una carrera sensata, escalada y equilibrada, gestada a base de pequeños y naturales pasos.

Aún recuerdo los comienzos de grupos como los venerados Darksound, compañeros de local y fatigas por aquel entonces, que superaron poco a poco todos los obstáculos que suponen la creación de una banda y estilo, y se abrieron a nuevos componentes e inquietudes para gestar para la historia uno de los grupos más grandes que ha emanado de esta bendita tierra.

Lamentablemente, a finales de este mes, la banda pacense ha anunciado un parón indefinido de su actividad por motivos laborales y personales, que ha disgustado al gran número de incondicionales con los que el quinteto cuenta por todo el país.

Su batería, “el príncipe”, Jesús del Castillo (PrinzeRocks), sin duda de los mejores bateristas del país, está inmerso en un interesante proyecto de metal progresivo denominado GR1DHOLE Project, del que puede disfrutarse ya algo de material. Tampoco es conveniente perder de vista a Ricardo Larios. El que fuera guitarra fundador y primer vocalista del entonces trío, nos sorprenderá a medio plazo con un proyecto que lo volverá a colocar delante del micrófono, sin duda una gran noticia para los seguidores de su particular voz que ya cautivó en aquel impresionante Midnight Sun (2001), producido por Carlos Escobedo en los estudios Cube en Madrid.

Es irrefutable que lo mejor de ser músico es compartir la música que llevas dentro con los demás, creando juntos un sonido que nos evoque un sin fin de maravillosas sensaciones, cada uno aportando lo mejor de sí mismo, de su propio y noble arte. Tocar en un grupo es una experiencia maravillosa. No comprendo a todos esos músicos que son capaces de grabar ellos solitos todos los instrumentos en todas las canciones de sus discos,  cómo no, también compuestas y auto producidas para mayor gloria de su ego. Véase, además del anteriormente citado Paul McCartney en sus comienzos en solitario, a artistas de renombre como al propio Mike Olfield (el músico que mejor se plagia así mismo) o a Lenny Kravitz, por poner algunos ejemplos.

Cuando un grupo se forma, madura y evoluciona, es natural y entendible que sus componentes quieran dar rienda suelta y buscar nuevas inquietudes con el paso de los años, por eso no entiendo ese afán de recurrir a su pasado cuando ofrecen conciertos como solistas. Realmente, aunque se conviertan en solistas lo que ciertamente hacen es rodearse de nuevos músicos que se limitan a prestar servicio, y como comprenderán, esto le quita chicha al asunto.

Lo grande de pertenecer a un grupo es algo parecido a lo que hacía John Lennon: “Chicos, tengo esta idea… a ver que me podéis dar”. Al contrario que su colega McCartney: “Esta es mi canción y la quiero así”.

Acudir a un concierto de Paul McCartney para verle interpretar canciones de The Beatles me parece una estafa. También es grotesco y lamentable que en cuanto un grupo funciona comercialmente, la discográfica anime y potencie que los diferentes miembros del grupo comiencen una carrera como solistas con el fin de multiplicar las ventas de discos. Aunque claro, eso era más común antes, cuando era un negocio la venta de discos. Ahora ocurre un fenómeno distinto. Son las discográficas las que intentan por todos los medios que los diferentes solistas se reúnan y recuperen el viejo nombre del grupo para intentar vender más discos.

En España, en los últimos años este hecho ha trascendido en forma  de plaga lamentable, aunque el negocio es el negocio y todos tenemos que comer. El último ejemplo lo tenemos con el dúo donostiarra Duncan Dhu.

El joven trío formado por Mikel Erentxun, Diego Vasallo y Juan Ramón Vilés nació en 1984 con un estilo y personalidad propia, representado en un sonido sencillo y acústico que llegó a sorprender en poco más de un año con un gran disco, Canciones (1986) con algunas de las canciones más recordadas y de más éxito del pop español.

Lamentablemente, en el siguiente disco todo se desvaneció. Aunque El grito del tiempo (1987) fue un gran éxito, Duncan Dhu murió para siempre como grupo. Aunque en su día no trascendió, ninguno de los miembros del trío original grabó sus instrumentos (Mikel Erentxun evidentemente sí tuvo que grabar las voces) siendo sustituidos por reputados músicos de estudio. Desapareció la esencia del grupo, en especial esa manera de tocar la batería con escobillas que aportaba Juan Ramón Vilés, o las saltarinas líneas de bajo de Diego Vasallo. Tras la marcha del batería, Duncan Dhu dejó de ser un grupo para convertirse en una marca, en una especie de proyecto, en los que sus dos integrantes fundadores no eran más que el motor de arranque, especialmente a nivel de composición y voces.

Sucesos parecidos se han repetido en el pop español en las diferentes décadas, destacando la tomadura de pelo de aquella “vuelta” de Mecano con aquel Ana, Jose y Nacho (1998) que se limitó a incluir en un recopilatorio doble 8 descartes de trabajos anteriores, y en donde José María Cano ni se dignó siquiera a grabar alguna guitarra, bajo o teclado.

Cuando los grupos musicales, las bandas de música pop, se convierten en marcas o incluso en proyectos de apenas un par de personas, la magia de la música se desvanece como polvo en la lluvia. No critico que algunos de los miembros de una banda puedan ser relevados, ni que se les sumen o resten, pero creo que es importante y especial pertenecer a un grupo, y proyectar imagen de grupo y unidad. Tres o cuatro cabezas piensan más que una sola, y cuando las decisiones se toman en consenso de unos pocos en detrimento de en solitario, los acontecimientos transcurren de manera menos radical.

Ya nos lo advertían en aquel maravilloso programa (La Bola de Cristal) cuando éramos pequeños: “Solo no puedes, con amigos sí.”. Que cunda el ejemplo y que sigan brotando nuevos grupos en Extremadura y toda la geografía española. Y a ti, amigo músico, que no te preocupe si te sientes de alguna manera identificado con la imagen del músico presuntuoso y egocéntrico, pues al igual que la ignorancia, ambas cualidades pueden ser corregidas con el paso natural de los años.

Contacta conmigo desde [email protected]
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